La tartamudez es un trastorno del lenguaje que puede ser temporal o permanente y se caracteriza por una serie de repeticiones o interrupciones involuntarias del habla.
Se suele dar al comenzar o durante la pronunciación de una palabra. Normalmente va unido a movimientos físicos. Podemos observar la tartamudez en todas las edades aunque normalmente se repite con más frecuencia en el caso de los niños pequeños, cuando empiezan a hablar.
Normalmente en el periodo comprendido entre los 2 y los 5 años los niños y niñas tienden a tartamudear, no tienen una fluidez hasta que no consiguen organizar sus palabras o sus frases.
Es más, entre un 5 y un 10 por ciento de los niños en algún momento de su vida tenderán al tartamudeo. Es recomendable no actuar antes de los 5 o 6 años. Cabe destacar un tipo de tartamudez llamada tartamudez repentina.
La tartamudez repentina es un tipo de tartamudez que, como su nombre indica, aparece de repente, en siutaciones en las que un niño anteriormente nunca ha presentado problemas de comunicación y de repente, empieza a desarrollarlos.
Normalmente suele darse al empezar a desarrollar el lenguaje pero existen algunos factores que favorecen la aparición: exceso de actividades extraescolares, problemas de disciplina o cuando el niño pasa poco tiempo con sus progenitores.
A continuación, se presenta una breve descripción de los dos tipos de disfluencias que se pueden observar en el niño con tartamudez.
En muchos casos durante la infancia o las primeras etapas del desarrollo lingüístico se observan rasgos propios de la tartamudez. Al inicio se denomina disfluencia evolutiva, la disfluencia más típica, y desaparece después de un periodo de tiempo.
Las disfluencias en la infancia pueden ser atípicas, cuando son disfluencias causadas por la tartamudez, o típicas, las cuales tienen que ser tratadas lo antes posible.
Normalmente las disfluencias típicas no se alargan mucho más de los 5 años ni duran mucho más de semanas o meses. Estas tienden a ir desapareciendo paulatinamente hasta que desaparecen en su totalidad. Cuando hablan, los niños repiten tanto sílabas como palabras o frases. Mientras hablan no se observa tensión ni evitaciones.
Este tipo de disfluencia se alarga hasta los 7 años y suele alargarse en el tiempo durante más de 14 meses. Se trata de disfluencias intermitentes. Cuando hablan, los niños repiten sílabas pero también se observan prolongaciones y bloqueos. Mientras hablan se observan tanto tensión como evitaciones y movimientos oculares, faciales y/o cervicales.
Las dificultades, tanto típicas como atípicas, no suelen presentarse paralelamente, pueden cambiar a lo largo del tiempo y algunas puede que ni siquiera se manifiesten, siempre va a depender del sujeto. La detección es importante al igual que saber la horquilla de edad en la cual se debe actuar.
Si el niño tiene entre 5 y 7 años nos encontramos ante una disfemia primaria. Entre los 7 y los 10 años la disfemia pasa a llamarse secundaria, ya empiezan a agravarse los síntomas y se hace consciente del trastorno, ahí puede empezar a adoptar algunas estrategias como, por ejemplo, evitar pronunciar algunas palabras o crear algunos enunciados.
Como se ha precisado anteriormente, normalmente la principal causa en la disfemia primaria es que los niños aún no tienen claro cómo expresar sus pensamientos. Sin embargo, dicho trastorno de la fluidez del habla desaparece (en la mayoría de ellos) según el niño crece, desarrolla su lenguaje, aclara los pensamientos que meses o años antes no sabía cómo expresar y este mejora solo.
De hecho, la tartamudez puede durar desde varias semanas a varios años como hemos visto al hablar de las disfluencias. Es más, el 75% de los niños y niñas que tartamudean lo acabarán superando, si no lo hacen al superar los 5 años lo consiguen en la adolescencia.
¿Cómo se produce el habla? El ser humano reproduce una serie de movimientos musculares que conllevan actuaciones en la respiración, la articulación y la fonación. El órgano encargado de estos movimientos es el cerebro y tanto el oído como el tacto los regulan.
Si bien no están claros los mecanismos que causan el tartamudeo, sí que podemos afirmar que hay dos tipos de tartamudeo y sus causas suelen ser diversas: la tartamudez del desarrollo y la tartamudez neurogénica.
Por un lado, puede observarse un problema a la hora de desarrollar el lenguaje. Es el tipo de tartamudeo más común y dicho problema suele tener su causa en la coordinación: tanto motora, como temporal o sensorial.
La principal causa de la disfemia es el proceso natural del habla que se desarrolla en los niños pequeños durante su aprendizaje. Normalmente en el periodo comprendido entre los 2 y los 5 años los niños y niñas tienden a tartamudear y no existe una causa clara o exacta, se puede llegar a confundir con la dificultad propia de la infancia a la hora de desarrollar el lenguaje.
Aunque se ha de matizar que entre el cerebro de una persona que deja de tartamudear y una persona que sigue tartamudeando se observan diferencias. Según el niño crece y desarrolla su lenguaje la afección mejora sola. No obstante, en las situaciones en las que el problema persiste tras los 5 o 6 años es recomendable llevar a cabo un tratamiento con el fin de mejorar los problemas que se presentan en esa edad tan temprana.
En el caso de los niños, estos pueden desarrollar estrategias para superarlas como la fuerza o tensión a la hora de hablar, o todo lo contrario, evitar el habla. La disfemia o tartamudez en niños normalmente tiene cura o, al menos, una mejora muy observable.
La tartamudez puede tener su causa en la genética, es decir, que la persona que tiene disfemia lo haya heredado debido alguna anomalía a nivel genético. De hecho, si se analizan dos gemelos y uno tiene disfemia, la probabilidad de que el otro tenga también tartamudez es superior al 75%. Si comparamos entre padres e hijos la probabilidad de que un hijo sea tartamudo si uno de los progenitores lo es se encuentra entre el 30 y el 40 por ciento.
Este tipo de dificultad se denomina tartamudez neurógena o neurogénica, a veces se puede encontrar también como tartamudez adquirida. Tal y como su nombre indica está relacionada con problemas neurológicos. Los trastornos o las lesiones cerebrales derivadas de un accidente cerebrovascular o un traumatismo, entre otros. Tras estos ataques, el órgano que gestiona el habla, el cerebro, encuentra dificultades a la hora de coordinar las diferentes partes que dan lugar al habla. De ahí que se observen problemas a la hora de hablar de manera fluida en cualquier parte de una palabra. En estos casos el tartamudeo no cesa cuando cantan, hablan al unísono a susurran, como suele pasar con la tartamudez de otros tipos. Además, el paciente con tartamudez neurogénica no muestra ansiedad o miedo a su problema de comunicación.
Hay situaciones en las que el individuo tras pasar un periodo traumático (un choque emocional) presenta dificultades de habla.
Este tipo de dificultad se llama tartamudez psicogénica o psicógena. Hace unas décadas (sobre todo en el siglo XIX) este tipo de tartamudez se consideraba la tartamudez más común dándole la causa a un trauma emocional.
Actualmente no es lo común, se ha demostrado que no era correcta esa creencia, ya que este es independiente de la situación. Estos pacientes no muestran ansiedad. El desequilibrio emocional se considera también una causa de la tartamudez. Es decir, una persona bajo presión o ante una situación de nervios que la supere puede tartamudear ya que en ella se está dando un sufrimiento emocional y su cuerpo reacciona así.
Existen tratamientos tales como la logopedia, determinados tipos de dispositivos o un tipo de terapia denominada terapia cognitiva conductual. Todos estos ayudan a que los niños que padecen este problema puedan mejorar la modulación y la fluidez del lenguaje, lo cual se traduce en una mejora de las relaciones laborales y sociales.
Se han realizado estudios en los que se han subrayado causas según las diferencias funcionales o estructurales del individuo. Según las diferencias estructurales se descubrió en 2001 que en el caso de los tartamudos el cerebro tenía una zona más simétrica que las personas que no tienen tartamudez. Con este descubrimiento pudieron confirmar las anomalías que existían entre las personas que tartamudean y las que no.
Con respecto a las diferencias a nivel de función cerebral se consideró que los tartamudos activan más un hemisferio que otro para hablar, en este caso, el derecho.
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